sábado, 13 de enero de 2018

Hombre y Naturaleza en la Sierra: “el bosque habitado”

Desde un punto de vista biológico el ser humano no es más que una de las miles de especies de seres vivos que pueblan la Comarca de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, en el suroeste de la península Ibérica (o cualquier otra comarca rural que se nos ocurra de nuestro país). Por ello, si bajo un título denominado “La Naturaleza”, quien les escribe tratara de ofrecer una visión general de los diferentes componentes del medio natural de esta comarca serrana andaluza, apenas si le correspondería al ser humano alguna línea en el apartado dedicado a los mamíferos (y con dudas de si entre los silvestres o los domésticos), citándolo como “hombre” (Homo sapiens) o, para ser más correctos, como “hombre y mujer”, “seres humanos” o, simplemente, “humanos”, como prefieren llamarlos los simios del planeta de los ídem. No va a ser así, y voy a dedicarle varios párrafos. Se me podrá acusar por ello de favoritismo, dado que uno es, a lo que parece, miembro de esta especie (lo de Homo lo tengo claro, lo de sapiens quizás ya no tanto...).
Sin embargo, no es cuestión de favoritismo con la propia especie (o de antropocentrismo, que dirían algunos), sino -y paso ahora a hablar completamente en serio- de que no es posible comprender el medio natural actual de la comarca serrana que nos ocupa sin reconocer la influencia que la especie humana ha tenido en su conformación. Aunque el sustrato geológico sigue siendo básicamente el mismo, y la mayor parte de las especies vegetales y animales que habitaban en esta comarca antes de la llegada del hombre sigan estando aquí, es probable que no fuéramos capaces de reconocer como propios de éste área muchos de los paisajes serranos que nos encontraríamos si, de pronto, fuéramos transportados varios miles de años atrás en el tiempo: robledales, alcornocales y encinares altos y espesos; ausencia de dehesas…
Quizás incluso nos parecerían extraños algunos parajes serranos (aunque otros ya nos resultarían familiares) si fuéramos llevados tan sólo unos cientos de años atrás; nos sorprendería por ejemplo la abundancia de viñedos, incluso en lugares que ahora están arbolados y parecen haberlo estado “de toda la vida”. También ha habido cambios drásticos en el paisaje de amplias zonas que han ocurrido recientemente y en el curso de pocos años o décadas, como la sustitución de bosques, dehesas o matorrales por cultivos de eucaliptos, la conversión espontánea de cultivos de cereales abandonados en espesos jarales, o la radical transformación del paisaje en el entorno de las cortas mineras.
Aunque los componentes del medio básicamente siguen siendo los mismos (a pesar de que el hombre haya extinguido algunas especies e introducido otras), sí ha cambiado sustancialmente su abundancia relativa y su distribución en el espacio, así como la estructura de la vegetación. Todo ello da como resultado paisajes actuales en muchos casos muy distintos a los de épocas pasadas, aunque sus componentes elementales sean parecidos.  
A pesar de todo, buena parte del paisaje de esta comarca sigue teniendo un aspecto que, a primera vista, se nos antoja más o menos natural, con grandes espacios cubiertos en mayor o menor medida por árboles y arbustos autóctonos (encinas, alcornoques, jaras, brezos, aulagas…) que albergan una fauna variada y aún “salvaje”. En efecto, en buena parte de la comarca serrana, el hombre ha transformado la naturaleza, pero sin que dejara de parecer naturaleza y, lo que es más importante, sin que dejara de funcionar como naturaleza. Se puede decir que el hombre ha creado en estas zonas un “bosque habitado”, en expresión que utilicé -referida a la zona central de la comarca- hace ya veintisiete años, en mi primer libro, “Andar por la Sierra de Aracena”, y que parece haber hecho fortuna.
Lo que ya no tengo tan claro es si esta armoniosa forma de interrelación entre el Hombre y la Naturaleza es el resultado de la inteligencia, la suerte, la necesidad o la impotencia de los seres humanos, es decir, si las cosas han resultado así por el talento y buen hacer de las mujeres y los hombres serranos, o porque casualmente “han dado en el clavo”, o porque no han tenido más remedio que hacerlo así para sobrevivir (y los que no lo han hecho han sido eliminados por “selección natural”), o -finalmente- porque, aun queriendo explotar y esquilmar más el medio natural, no han podido hacerlo por las limitaciones de las primitivas tecnologías de que disponían. Ciertamente, satisfaría mucho decir que la respuesta correcta es la primera de las cuatro, pero el hecho de que ahora, disponiendo de potentes tecnologías, estemos destruyendo parte de lo que se tardó siglos en construir, induce a pensar que la respuesta verdadera sea la última. En realidad, quizás haya habido una mezcla de todo un poco: inteligencia, suerte, necesidad e impotencia. Juzgue el lector.
En cualquier caso el resultado está aquí, este “bosque habitado” que de nosotros depende lo que sea en el futuro: “bosque deshabitado”, “erial habitado”, “parque de atracciones rural”, … o quizás alguna u otra forma de bosque habitado en el que puedan seguir conviviendo con cierta armonía la Naturaleza y el Hombre.
Pablo José Romero Gómez

Créditos de las imágenes: © Pablo José Romero Gómez, extraídas del libro “Caminos y Naturaleza en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva)”.

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