domingo, 28 de enero de 2018

El ocaso de las grandes bestias (II): toros y caballos salvajes en Iberia


Vimos en el artículo anterior como “cebros”, osos pardos, cabras montesas, corzos y lobos fueron desapareciendo a lo largo del último milenio del suroeste ibérico, y establecimos, con más o menos precisión, el siglo en torno al cual se extinguieron. Otros dos grandes y emblemáticos mamíferos autóctonos han desaparecido en estado silvestre de la península Ibérica en tiempos históricos o prehistóricos, aunque continúan bien presentes entre nosotros en la actualidad en estado doméstico; se trata del toro y el caballo. Pero, al contrario que en las especies tratadas en el anterior artículo, la cronología de la extinción en estado salvaje de toros y caballos en el territorio peninsular resulta sumamente insegura.  

El toro salvaje o uro (Bos primigenius) es citado por autores clásicos latinos para amplias zonas de Europa en la Edad Antigua. Sobrevivió en algunas zonas del continente europeo durante la Edad Media, y se extinguió ya en la Edad Moderna, concretamente en 1627 en Polonia. En cuanto a la península Ibérica, aunque aparece bien representado en el registro fósil del Holoceno, no está nada clara la cronología de su desaparición, especulándose con su extinción en un momento incierto entre la Edad del Bronce y la Edad Media. Igualmente, poco podemos concretar de momento sobre la posible presencia histórica del uro en el suroeste peninsular.


En cuanto al caballo salvaje europeo o tarpán (Equus ferus) sabemos que se extinguió en el siglo XIX, en Rusia, y que la existencia de caballos silvestres en la península Ibérica en la Edad Antigua es referida por autores latinos. Sin embargo, por ahora no podemos establecer, ni siquiera de forma aproximada, el momento de la extinción de estos caballos salvajes de la península Ibérica, y tampoco de su sector sudoccidental, ya que el registro zooarqueológico no aporta aún pruebas definitivas, y tampoco parece haber datos documentales concretos posteriores a los escritos latinos. Sin embargo, si se confirmara la hipótesis que postula que el medieval “cebro”, del que hablamos en el artículo anterior, es encuadrable dentro de la especie Equus ferus (quizás como una subespecie o variedad ibérica), las referencias documentales y toponímicas a cebros y cebras en el suroeste ibérico serían entonces atribuibles a caballos salvajes europeos, los cuales habrían sobrevivido en tal caso por estas tierras al menos hasta la Edad Media.

Pablo José Romero Gómez

Bibliografía:
  1. ROMERO GÓMEZ, P. J. (en prensa). Fauna extinguida en tiempos históricos en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva): Mamíferos. Actas de las XVIII Jornadas del Patrimonio de la Comarca de la Sierra; Puerto Moral, marzo de 2013.
  2. ROMERO GÓMEZ, P. J. (2015). Mamíferos extinguidos en Huelva y Badajoz (II). Revista Infonubex, abril-mayo 2015. La versión digital de este artículo puede consultarse aquí.

Créditos de las imágenes:
  1. Grabado que podría representar a un uro: By Charles Hamilton Smith [Public domain], via Wikimedia Commons.
  2. Reconstrucción del posible aspecto de un uro: By Jaap Rouwenhorst (photograph) DFoidl (GIMP modifications) (Own work) [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
  3. Única foto conocida de un supuesto tarpán, en el zoo de Moscú: By Scherer [Public domain], via Wikimedia Commons.

martes, 23 de enero de 2018

El ocaso de las grandes bestias (I): breve crónica del último milenio


La fauna de vertebrados de la península Ibérica es, dentro del contexto europeo, muy rica en número de especies, teniendo además algunas de ellas especial interés conservacionista por ser endémicas (exclusivas de este territorio), tener un área de distribución reducida, o encontrarse amenazadas de extinción a nivel regional o incluso mundial, como es el caso del lince ibérico (Lynx pardinus), el felino más amenazado del planeta. Dentro de los vertebrados encontramos asimismo a los animales más atractivos para los aficionados a la observación de la Naturaleza, como las aves o los grandes mamíferos, aunque entre peces, anfibios y reptiles también hallamos diversas especies interesantes para el naturalista aficionado, algunas de ellas fáciles de observar en los recorridos a pie por los caminos rurales y las riberas fluviales.

Pero esta riqueza de vertebrados fue con seguridad aún mayor en tiempos históricos más o menos recientes, afirmación que podemos apoyar en los hallazgos de restos de animales en yacimientos arqueológicos y paleontológicos, en referencias documentales de muy diversa naturaleza, y en la existencia de diversos nombres de lugar (topónimos) alusivos a especies animales actualmente ausentes en el lugar al que designan (o incluso en toda la península Ibérica). Hemos recopilado este tipo de datos con cierta intensidad para el suroeste ibérico (y especialmente para la comarca onubense de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche), siendo los grandes mamíferos el grupo sobre el que hemos recogido más información. Ello nos permite ofrecer ya algunas conclusiones sobre especies extinguidas o muy rarificadas en el área sudoccidental ibérica durante el último milenio, e incluso plantear cronologías aproximadas de su proceso de extinción.

Los últimos doscientos años han visto desaparecer de esta esquina sudoccidental de la península a tres especies de grandes mamíferos, el lobo, el corzo y la cabra montés que, no obstante, siguen habitando en amplias áreas del solar ibérico, y en algunas de ellas están incluso en expansión. Sabemos que el lobo (Canis lupus) se extinguió hace pocos años del suroeste ibérico, en torno al cambio de siglo, subsistiendo quizás aún unos pocos ejemplares en Sierra Morena oriental, aislados del resto de poblaciones ibéricas y por ello en inminente peligro de extinción. El corzo (Capreolus capreolus) parece haberse extinguido a lo largo del siglo XX en Sierra Morena occidental, aunque subsiste en la parte oriental de esta cadena montañosa, y también hay una importante población a caballo entre las provincias de Cádiz y Málaga. La cabra montés (Capra pyrenaica), ausente en la actualidad de casi todo el suroeste ibérico, es citada en el siglo XIX para algunos puntos de Sierra Morena occidental ubicados en las provincias de Huelva y Sevilla, pero estas poblaciones no parecen haber llegado al siglo XX.

El tránsito entre la Edad Media y la Edad Moderna parece haber sido el momento de la extinción de dos sorprendentes habitantes históricos del suroeste ibérico: el oso y el cebro. El oso pardo (Ursus arctos), que en la actualidad tiene sus últimos refugios ibéricos en la cordillera Cantábrica y los Pirineos, habitaba en buena parte de la península en la Edad Media, como refleja claramente el “Libro de la Montería” de Alfonso XI, obra que ofrece información detallada de numerosos cazaderos de osos repartidos por todo el ámbito geográfico de la Corona de Castilla, ubicados incluso en áreas tan meridionales y próximas al mar como el litoral onubense o el Campo de Gibraltar, y quizás pudo sobrevivir en el suroeste ibérico hasta principios de la Edad Moderna. Otro destacado animal silvestre de la península Ibérica en la Edad Media era el misterioso cebro o encebra, un équido cuya identidad taxonómica es aún incierta y objeto de numerosas discusiones y especulaciones (se lo ha relacionado con asnos, onagros y caballos, e incluso con una especie extinguida denominada Equus hydruntinus); pero su existencia real en la Edad Media es indudable, pues aparece citado en numerosos textos medievales, incluyendo bastantes documentos jurídicos que regulaban su caza y el comercio de sus pieles y su carne; y en la actualidad, su nombre subsiste en decenas de topónimos repartidos por buena parte del territorio peninsular, incluidas varias localidades del suroeste ibérico, tanto españolas como portuguesas. Las referencias documentales a los cebros desaparecen a principios de la Edad Moderna, momento en el cual parece haberse producido la extinción de sus últimas poblaciones, que habitarían en un área del sureste peninsular, en la actual provincia de Albacete.


Pablo José Romero Gómez

Bibliografía:
  1. ROMERO GÓMEZ, P. J. (en prensa). Fauna extinguida en tiempos históricos en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva): Mamíferos. Actas de las XVIII Jornadas del Patrimonio de la Comarca de la Sierra; Puerto Moral, marzo de 2013.
  2. ROMERO GÓMEZ, P. J. (2014). Antiguos moradores de nuestros montes. Revista Infonubex, febrero-marzo 2014. La versión digital de este artículo puede consultarse aquí

Créditos de las imágenes:
  1. Lince ibérico: By (c) Programa de Conservación Ex-situ del Lince Ibérico www.lynxexsitu.es [CC BY 3.0 es (http://creativecommons.org/licenses/by/3.0/es/deed.en)], via Wikimedia Commons.
  2. Lobos ibéricos: By Juan José González Vega (handed over by the author to the Project) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/)], via Wikimedia Commons.
  3. Corzo macho: By Gouwenaar (Own work) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
  4. Macho de cabra montés. By Arturo de Frias (Own work) [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
  5. Oso pardo: By Karlafg (Own work) [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
  6. Cebro o encebra (recreación artística): By Miguel Llabata, via blog Tierra Sylvana: http://tierrasylvana.blogspot.com.es/2015/02/equidos-ii-el-zebro-o-encebra-equus.html


sábado, 13 de enero de 2018

Hombre y Naturaleza en la Sierra: “el bosque habitado”

Desde un punto de vista biológico el ser humano no es más que una de las miles de especies de seres vivos que pueblan la Comarca de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, en el suroeste de la península Ibérica (o cualquier otra comarca rural que se nos ocurra de nuestro país). Por ello, si bajo un título denominado “La Naturaleza”, quien les escribe tratara de ofrecer una visión general de los diferentes componentes del medio natural de esta comarca serrana andaluza, apenas si le correspondería al ser humano alguna línea en el apartado dedicado a los mamíferos (y con dudas de si entre los silvestres o los domésticos), citándolo como “hombre” (Homo sapiens) o, para ser más correctos, como “hombre y mujer”, “seres humanos” o, simplemente, “humanos”, como prefieren llamarlos los simios del planeta de los ídem. No va a ser así, y voy a dedicarle varios párrafos. Se me podrá acusar por ello de favoritismo, dado que uno es, a lo que parece, miembro de esta especie (lo de Homo lo tengo claro, lo de sapiens quizás ya no tanto...).
Sin embargo, no es cuestión de favoritismo con la propia especie (o de antropocentrismo, que dirían algunos), sino -y paso ahora a hablar completamente en serio- de que no es posible comprender el medio natural actual de la comarca serrana que nos ocupa sin reconocer la influencia que la especie humana ha tenido en su conformación. Aunque el sustrato geológico sigue siendo básicamente el mismo, y la mayor parte de las especies vegetales y animales que habitaban en esta comarca antes de la llegada del hombre sigan estando aquí, es probable que no fuéramos capaces de reconocer como propios de éste área muchos de los paisajes serranos que nos encontraríamos si, de pronto, fuéramos transportados varios miles de años atrás en el tiempo: robledales, alcornocales y encinares altos y espesos; ausencia de dehesas…
Quizás incluso nos parecerían extraños algunos parajes serranos (aunque otros ya nos resultarían familiares) si fuéramos llevados tan sólo unos cientos de años atrás; nos sorprendería por ejemplo la abundancia de viñedos, incluso en lugares que ahora están arbolados y parecen haberlo estado “de toda la vida”. También ha habido cambios drásticos en el paisaje de amplias zonas que han ocurrido recientemente y en el curso de pocos años o décadas, como la sustitución de bosques, dehesas o matorrales por cultivos de eucaliptos, la conversión espontánea de cultivos de cereales abandonados en espesos jarales, o la radical transformación del paisaje en el entorno de las cortas mineras.
Aunque los componentes del medio básicamente siguen siendo los mismos (a pesar de que el hombre haya extinguido algunas especies e introducido otras), sí ha cambiado sustancialmente su abundancia relativa y su distribución en el espacio, así como la estructura de la vegetación. Todo ello da como resultado paisajes actuales en muchos casos muy distintos a los de épocas pasadas, aunque sus componentes elementales sean parecidos.  
A pesar de todo, buena parte del paisaje de esta comarca sigue teniendo un aspecto que, a primera vista, se nos antoja más o menos natural, con grandes espacios cubiertos en mayor o menor medida por árboles y arbustos autóctonos (encinas, alcornoques, jaras, brezos, aulagas…) que albergan una fauna variada y aún “salvaje”. En efecto, en buena parte de la comarca serrana, el hombre ha transformado la naturaleza, pero sin que dejara de parecer naturaleza y, lo que es más importante, sin que dejara de funcionar como naturaleza. Se puede decir que el hombre ha creado en estas zonas un “bosque habitado”, en expresión que utilicé -referida a la zona central de la comarca- hace ya veintisiete años, en mi primer libro, “Andar por la Sierra de Aracena”, y que parece haber hecho fortuna.
Lo que ya no tengo tan claro es si esta armoniosa forma de interrelación entre el Hombre y la Naturaleza es el resultado de la inteligencia, la suerte, la necesidad o la impotencia de los seres humanos, es decir, si las cosas han resultado así por el talento y buen hacer de las mujeres y los hombres serranos, o porque casualmente “han dado en el clavo”, o porque no han tenido más remedio que hacerlo así para sobrevivir (y los que no lo han hecho han sido eliminados por “selección natural”), o -finalmente- porque, aun queriendo explotar y esquilmar más el medio natural, no han podido hacerlo por las limitaciones de las primitivas tecnologías de que disponían. Ciertamente, satisfaría mucho decir que la respuesta correcta es la primera de las cuatro, pero el hecho de que ahora, disponiendo de potentes tecnologías, estemos destruyendo parte de lo que se tardó siglos en construir, induce a pensar que la respuesta verdadera sea la última. En realidad, quizás haya habido una mezcla de todo un poco: inteligencia, suerte, necesidad e impotencia. Juzgue el lector.
En cualquier caso el resultado está aquí, este “bosque habitado” que de nosotros depende lo que sea en el futuro: “bosque deshabitado”, “erial habitado”, “parque de atracciones rural”, … o quizás alguna u otra forma de bosque habitado en el que puedan seguir conviviendo con cierta armonía la Naturaleza y el Hombre.
Pablo José Romero Gómez

Créditos de las imágenes: © Pablo José Romero Gómez, extraídas del libro “Caminos y Naturaleza en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva)”.

domingo, 7 de enero de 2018

Caminando entre bacterias (I): irremisiblemente rodeados


Cadáveres putrefactos, sabrosos yogures, esputos de tuberculosos y aromáticos vinagres tienen algo en común. Todos ellos son el resultado de la actividad de unos seres vivos diminutos, no observables a simple vista ni tampoco con una lupa; seres capaces de descomponer cadáveres de animales, convertir la leche en yogur, producir enfermedades como la tuberculosis, transformar el vino en vinagre, y muchas otras cosas más, pues su diversidad metabólica es amplísima. Estos seres microscópicos de que hablamos son las bacterias, y constituyen nada menos que un reino -en el sentido biológico del término- denominado Bacteria por los biólogos.  
Aunque invisibles a nuestros ojos, los integrantes de este reino están por todos lados, desde los lugares más comunes a los más inhóspitos y sorprendentes. Hay bacterias en el suelo, en las aguas y en el aire; también asociadas a todo tipo de animales, plantas, hongos y otros seres vivientes; aunque nos pueda causar desasosiego, millones de individuos de este reino de seres diminutos viven sobre nuestro cuerpo y en el interior de él, circulan por nuestra sangre y se alojan en nuestros órganos; hay bacterias a miles de metros bajo la superficie terrestre y a miles de metros sobre ella; se han encontrado incluso recientemente en la superficie exterior de la Estación Espacial Internacional y, aunque enseguida se han desatado las especulaciones y los anuncios sensacionalistas sobre su posible origen extraterrestre, lo más probable es que haya llegado allí desde la Tierra, quizás mediante el fenómeno denominado “elevación ionosférica”. 

Pero podría parecer de nulo interés para el naturalista de campo que recorre caminos y senderos en busca de seres vivos a los que observar, armado a lo sumo con unos prismáticos o una lupa, buscar estos seres microscópicos en sus paseos, excursiones, caminatas o expediciones. No obstante, en ocasiones es posible observar y disfrutar, si bien no de estos seres individualmente, sí de sus multitudinarias agrupaciones, o de sus efectos en el medio ambiente y el paisaje, a veces llamativos y en ocasiones hasta sumamente espectaculares. 
En efecto, aunque pequeñísimas, las bacterias forman a menudo colonias, agrupaciones de millones de individuos que en ocasiones pueden observarse a simple vista (ya sean las propias colonias o los resultados de su actividad biológica). Entre las bacterias que forman colonias al alcance del naturalista de campo destacan las ferrobacterias o bacterias del hierro y las cianobacterias (antiguamente conocidas como "algas verdeazuladas"), ambas con representantes que podemos encontrar con facilidad en lugares como charcos, arroyos, rocas rezumantes o lugares húmedos. Se merecen pues que les dediquemos sendos futuros artículos de esta serie “Caminando entre bacterias” de nuestro cuaderno de bitácora.
Aunque no deberíamos nunca olvidar que, aunque generalmente no las detectemos ni las podamos observar con nuestros ojos, continuamente estamos caminando entre bacterias, sobre bacterias y bajo bacterias, en casa, en la ciudad o en el campo. Estamos continua e irremisiblemente rodeados de ellas, paso a paso, día tras día, estemos dónde estemos.
Pablo José Romero Gómez
Créditos de las imágenes:
1. Botes con yogur. By stgortol [CC0 Creative Commons], via Pixabay.
2. La Estación Espacial Internacional. By NASA [Public domain], via Wikimedia Commons.
3. Ferrobacterias en un arroyo. By Rosser1954 (self-made - Roger Griffith) [Public domain], via Wikimedia Commons.
4. Nostoc commune, una cianobacteria cuyas colonias forman masas gelatinosas de varios centímetros de diámetro.  By gailhampshire from Cradley, Malvern, U.K [CC BY 2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0)], via Wikimedia Commons.