domingo, 7 de enero de 2018

Caminando entre bacterias (I): irremisiblemente rodeados


Cadáveres putrefactos, sabrosos yogures, esputos de tuberculosos y aromáticos vinagres tienen algo en común. Todos ellos son el resultado de la actividad de unos seres vivos diminutos, no observables a simple vista ni tampoco con una lupa; seres capaces de descomponer cadáveres de animales, convertir la leche en yogur, producir enfermedades como la tuberculosis, transformar el vino en vinagre, y muchas otras cosas más, pues su diversidad metabólica es amplísima. Estos seres microscópicos de que hablamos son las bacterias, y constituyen nada menos que un reino -en el sentido biológico del término- denominado Bacteria por los biólogos.  
Aunque invisibles a nuestros ojos, los integrantes de este reino están por todos lados, desde los lugares más comunes a los más inhóspitos y sorprendentes. Hay bacterias en el suelo, en las aguas y en el aire; también asociadas a todo tipo de animales, plantas, hongos y otros seres vivientes; aunque nos pueda causar desasosiego, millones de individuos de este reino de seres diminutos viven sobre nuestro cuerpo y en el interior de él, circulan por nuestra sangre y se alojan en nuestros órganos; hay bacterias a miles de metros bajo la superficie terrestre y a miles de metros sobre ella; se han encontrado incluso recientemente en la superficie exterior de la Estación Espacial Internacional y, aunque enseguida se han desatado las especulaciones y los anuncios sensacionalistas sobre su posible origen extraterrestre, lo más probable es que haya llegado allí desde la Tierra, quizás mediante el fenómeno denominado “elevación ionosférica”. 

Pero podría parecer de nulo interés para el naturalista de campo que recorre caminos y senderos en busca de seres vivos a los que observar, armado a lo sumo con unos prismáticos o una lupa, buscar estos seres microscópicos en sus paseos, excursiones, caminatas o expediciones. No obstante, en ocasiones es posible observar y disfrutar, si bien no de estos seres individualmente, sí de sus multitudinarias agrupaciones, o de sus efectos en el medio ambiente y el paisaje, a veces llamativos y en ocasiones hasta sumamente espectaculares. 
En efecto, aunque pequeñísimas, las bacterias forman a menudo colonias, agrupaciones de millones de individuos que en ocasiones pueden observarse a simple vista (ya sean las propias colonias o los resultados de su actividad biológica). Entre las bacterias que forman colonias al alcance del naturalista de campo destacan las ferrobacterias o bacterias del hierro y las cianobacterias (antiguamente conocidas como "algas verdeazuladas"), ambas con representantes que podemos encontrar con facilidad en lugares como charcos, arroyos, rocas rezumantes o lugares húmedos. Se merecen pues que les dediquemos sendos futuros artículos de esta serie “Caminando entre bacterias” de nuestro cuaderno de bitácora.
Aunque no deberíamos nunca olvidar que, aunque generalmente no las detectemos ni las podamos observar con nuestros ojos, continuamente estamos caminando entre bacterias, sobre bacterias y bajo bacterias, en casa, en la ciudad o en el campo. Estamos continua e irremisiblemente rodeados de ellas, paso a paso, día tras día, estemos dónde estemos.
Pablo José Romero Gómez
Créditos de las imágenes:
1. Botes con yogur. By stgortol [CC0 Creative Commons], via Pixabay.
2. La Estación Espacial Internacional. By NASA [Public domain], via Wikimedia Commons.
3. Ferrobacterias en un arroyo. By Rosser1954 (self-made - Roger Griffith) [Public domain], via Wikimedia Commons.
4. Nostoc commune, una cianobacteria cuyas colonias forman masas gelatinosas de varios centímetros de diámetro.  By gailhampshire from Cradley, Malvern, U.K [CC BY 2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0)], via Wikimedia Commons.

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